Este es un
trabajo sobre el pavimento de mosaicos de los templos masónicos. En él, haremos
breve referencia a algunos antecedentes, su simbolismo según materiales
escritos por maestros masones y mis propias reflexiones y sentimientos al
respecto.
La primera
referencia es que, el templo masónico toma como modelo y reproduce muchos de
los aspectos físicos y simbólicos del templo del rey Salomón. Al parecer, ambos
contienen elementos que en su todo representan al universo.
Es importante
destacar que aparte de la existencia de los templos permanentes como el del rey
Salomón y los nuestros, durante siglos los masones se reunieron en lugares
donde podían hacerlo, a veces hasta en espacios abiertos, y los símbolos que se
usaran en esas logias debían desaparecer una vez finalizada la tenida.
En alguna reseña
que he leído en estos tiempos desde que realicé mi iniciación, sobre los
inicios propios de la Masonería europea, donde se relata el proceso de creación
de las reuniones logiales iniciales y termina con los templos que hoy día
tenemos, se hace mención a que… se reunían a mediados del Siglo XVIII en
lugares donde no se adornaban por ningún símbolo; esto se llevaba en cualquier espacio
que se pudiera reunir la logia, se dibujaba con tiza o carbón un rectángulo en
el piso, dentro del cual todos los miembros tomaban su lugar. Años después,
dibujaban un rectángulo de menor tamaño, alrededor del cual se reunían los
hermanos. Posteriormente, se empezó la costumbre de esparcir arena en este
rectángulo e inscribir símbolos temporarios y finalmente se pusieron de moda
los cuadros del grado dibujados y pintados.
A medida que los
cuadros del grado portátiles se popularizaron, la necesidad de dibujar sobre el
piso desapareció y dio lugar al pavimento de mosaicos de nuestras logias o a
las alfombras con los cuadrados blancos y negros que en los tiempos modernos se
convirtieron en parte del equipamiento de la logia en muchas partes del mundo.
Todos los
ornamentos de la logia son primordialmente símbolos, no están situados al azar
y todos estos símbolos forman un todo integrado. Por lo cual me gustaría ahora
ubicar al pavimento en ese todo.
Por nuestra
parte, es nuestra experiencia que al ir conociendo estos símbolos, nosotros
sentimos una profunda sensación de infinitud y un fuerte sentimiento de estar
parados en un espacio sin límites. Un templo con la forma de una enorme cruz
tridimensional infinita, cuyas dimensiones van en el largo de oriente a
occidente, en el ancho del sur al norte y en el alto del zenit al nadir, o sea
del cielo a lo profundo de la tierra, lo cual enmarca toda nuestra existencia y
lleva nuestras vivencias a lo universal. Esto nos hace sentir una sensación difícilmente
descriptible con palabras que nuestra logia es la imagen del cosmos, que la
Masonería es universal y que nuestro desarrollo dentro de ella no tiene
límites.
Así que por
encima, como en las épocas en que nuestros hermanos se reunían en un espacio
abierto bajo un cielo estrellado, ahora tenemos la bóveda celeste y debajo de
nuestros pies, como un tablero de ajedrez de la vida, el pavimento formado por
baldosas blancas y negras en una intersección de líneas verticales y
horizontales que representan energías celestes y terrestres, como las columnas,
en constante interacción dando paso a la correlación de fuerzas polares, de
pares de opuestos: negro y blanco, yin y yang, pasivo y activo, femenino y
masculino, la noche y el día, la materia y el espíritu, las tinieblas y la luz,
el carbón y el diamante, la piedra bruta y la piedra pulida.
Esto es a su vez
imagen de todas las dimensiones de la vida, sus claroscuros,
en los que el iniciado puede vislumbrar su propio laberinto y proceso interior,
que es imposible de dilucidar caminando por una sola vía.
El pavimento de
mosaicos se halla situado a continuación de las columnas Jaquín y Boaz en el
centro del templo como prolongación de la tensión formada por los pares de
opuestos simbolizados por dichas columnas que son a la vez el portal que nos
separa del mundo profano más polarizado aún. La primera impresión que nos da el
mosaico es la de una combinación binaria y dual. Todos estos aspectos duales se
van desplegando en forma paralela, pero en sentido inverso de uno respecto al
otro.
Vale la pena en
este punto aportar tres elementos que pueden enriquecer nuestra elaboración:
primero la concepción de la física de que la diferencia entre opuestos polares
es de grados, segundo que los opuestos son complementarios y tercero que cada
uno contiene la semilla del otro.
Esto se
manifiesta a través de los contrastes o variaciones lumínicas esenciales: el
blanco y el negro. El blanco se asocia arquetípicamente con la luz, la pureza,
la existencia, la vida y lo “diestro”
y el negro con la oscuridad, el miedo, la no existencia, la muerte y lo “siniestro”.
El mosaico
simboliza el caminar por sobre las apariencias tanto favorables como
desfavorables, como las sombras que Platón describiera en la Alegoría de la
Caverna, y sabiendo que son ilusorias, vivenciar a ambas sin dejarse exaltar
por unas o abatirse por otras, conservando un ánimo sereno y constante. En
otras palabras, la ecuanimidad que nos enseñara el Buddha.
Dentro del
macrocosmos que representa el templo masónico, el pavimento de mosaicos nos
lleva al microcosmos, a la tensión cotididiana de fuerzas a las cuales debe
enfrentarse el ser humano, tanto en su vida masónica como en su vida profana.
Sin embargo,
estas fuerzas se hallan una al lado de la otra, interrelacionándose, formando
un todo, lo que explica la posibilidad de trascender los pares de opuestos.
Coronando el
mosaico se encuentra el Ara en el centro de la Logia, elevándose por sobre los
pares de opuestos y que nos permite percibir la verdad trascendente, oculta
bajo estas aparentes contradicciones. Sobre el Ara se encuentran las tres luces
y el Libro Sagrado abierto en Salmo 133 que nos habla de cómo se reúnen los
hermanos.
En resumen, el
símbolo del templo de la logia es muy potente y sus partes están
interrelacionadas, pero aun considerando sólo el pavimento en ese contexto,
siento que la instrucción silenciosa del mosaico nos aporta profundas
enseñanzas, aunque más no fuera por el hecho de que es una unidad formada por
un mosaico de opuestos, que por otra parte es recorrido por los hermanos en el
mismo sentido en que el sol recorre las constelaciones del zodíaco, también
representadas en las paredes de la logia. Y que a la vez simboliza un camino o
viaje de fuerza espiritual, el transitar como un peregrino de la polaridad a la
unidad. Desde la entrada que nos separa de lo profano, cruzando el portal del
par de columnas y hacia el oriente, pasando por el Ara donde se encuentra el
libro sagrado y las tres luces, y más allá: EL CAMINO HACIA LA PERFECCIÓN.